"Tu madre grita que vas a perder el autobús.
Lo puede ver venir por la calle. No paras, la abrazas y le dices que la amas.
No le agradeces por ser una buena madre, amable y paciente. Por supuesto que
no; te lanzas por las escaleras y corres hasta la esquina.
Solo que, si es la última vez que vas a ver a tu madre, empiezas a desear
haberte detenido y hecho esas cosas. Tal vez incluso perderte el autobús.
Pero el autobús se disparaba por nuestra calle, así que corrí.
Catorce niños. Un supermercado. Un millón de cosas que salen mal."
Debo decir, primeramente, que amo las distopías. He leído que este libro es una copia de Los Juegos del Hambre, ¡mentira! La trama de esta trilogía es completamente distinta. Me encanta la manera en la que se desarrolla la trama, desde el primer capítulo te deja enganchado.
Puede que tenga cierto parecido a la trilogía El Corredor del Laberinto, pero aquí los personajes no son parte de pruebas, todo es un accidente.
Esta escritora plasmó en las paginas el sueño de toda mi vida: quedarme a solas en un centro comercial y poder tomar lo que quiera. Aunque para nuestros personajes nada es color de rosas, tienen que enfrentar desafíos que los hace pensar que no hay solución.
La manera en la que todos los personajes maduran conforme transcurre el tiempo es un punto, enorme, a favor. Todos cometen errores y tienen desventajas, pero los puntos a favor siempre salen a flote.
El final del libro te deja con ganas de correr y buscar el siguiente.
Es un libro fluido, rápido y lo mejor de todo: está contado en primera persona -una de mis cosas favoritas en los libros-. Si buscas algo apocalíptico, pero juvenil y refrescante, ésta es la trilogía adecuada.
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